sábado, 18 de mayo de 2013

EVA Y NICETO5


EVA SORBAN, PINTORA


EVA SORBAN, PINTORA RUMANA

         1. Nuevo y último encuentro con Eva

         Llegué  una vez más a Stoiana (Cluj-Napoca) acompañado del P. Radu Filip, procedente de Carei, el día 22 de abril del 2008. Eva Sorban nos esperaba con la mesa puesta. Después de los saludos de rigor y mi instalación en la habitación-museo de siempre, pasamos al comedor donde nos sirvió un delicioso almuerzo. La casa toda ella es un verdadero museo de arte, pero esta vez faltaba el protagonista de otras veces, Raoul Sorban, su marido fallecido en julio del 2006. Inmediatamente Eva se interesó por la salud del P. Radu Filip y pasó a expresarnos con gran pena su sentimiento de soledad en aquella bella mansión tras la desaparición de su marido. Todos sentíamos sensiblemente su ausencia. Por otra parte, en aquella zona la juventud había desaparecido y sólo quedaban algunos gitanos poco y mal dispuestos para comprometerlos en ninguna clase de trabajo para mantener la propiedad. Por otra parte la señora Eva no se había sentido nunca a gusto viviendo en aquel pequeño paraíso perdido de Transilvania. La única razón de abandonar Bucarest fue dar satisfacción a los deseos de Raoul de volver a su lugar de infancia donde las condiciones de vida después del paso del comunismo no ofrecían ya ningún futuro, por lo que la gente nativa emigraba de la zona. Terminado el almuerzo el P. Radu expresó su deseo de ganar tiempo para volver lo antes posible a Carei y la despedida en el parque fue muy emotiva. Después de un par de horas de descanso Eva se interesó por mis actividades en Oradea y yo la informé de todo puntualmente. Luego llegó la hora de la cena. Nos encontrábamos los dos solos en el pequeño paraíso perdido de la finca de Stoiana en medio del silencio del bosque y la oscuridad de la noche. La única luz era la que brillaba en el romántico comedor y la de nuestra conversación. Pero ya no podíamos oír la voz de Raoul ni admirar su figura más que en la imaginación y en la evocación de nostálgicos recuerdos. La conversación durante esta cena tan entrañable, y después en el salón, versó principalmente sobre la personalidad de Raoul SORBAN, la experiencia de su hija Cristina como estudiante de arquitectura seis años en Israel y el error de haber establecido la residencia habitual en Stoiana, dejando en segundo plano la casa de Bucarest. Después de mostrarme los regalos que tenía preparados para las personas de mi familia y amigos míos que visitamos en Madrid durante su visita en septiembre del 2007, decidimos retirarnos a descansar después de asegurarse de que todo en mi habitación estaba en regla, especialmente el sistema de calefacción, habida cuenta de que durante la noche era previsible un descenso importante de temperatura.

         2. El núcleo de una conversación histórica

         Sobre su marido Raoul Sorban ambos coincidimos en que tenía una personalidad muy original y llamativa en el mejor sentido de la palabra, pero que estaba obsesionado por el problema político de Transilvania en relación con Hungría habiendo quedado intelectualmente atrapado por el pasado. Paralelamente, desde el punto de vista sentimental había quedado atrapado por los recuerdos de infancia en Stoiana, lo que explicaba su interés por recuperar aquella propiedad familiar para terminar allí los días de su vida. Eva me dijo que Raoul reconoció este error cuando ya era demasiado tarde por razón de su edad, la cual ya no le permitía superar los trastornos que llevan consigo los cambios en el modo de pensar y de vivir. En Stoiana también él al final sintió los efectos de la soledad ya que los amigos del pasado habían todos desaparecido y el peso de los años requería unos cuidados médicos que en Stoiana no existían.

         Sobre la experiencia personal de su hija Cristina Sorban como estudiante de arquitectura en Israel, coincidimos también en que había sido para ella una experiencia muy negativa al sentirse totalmente marginada y considerada como un ser poco menos que despreciable por ser cristiana y no judía. Experimentó en su propia carne el racismo hebreo y esto la marcó psicológicamente en sentido negativo de cara a los asuntos relacionados con los judíos. Terminada la carrera en Jáifa con una calificación magnífica, no quiso saber más de los asuntos relacionados con la arquitectura y buscó otro tipo de profesión. Sin embargo, en este rechazo de la arquitectura como profesión influyó también el hecho de que eligió esa carrera más para satisfacer el gusto y las ilusiones de sus padres que por iniciativa propia.

         Me parece oportuno destacar ahora dos cosas. Primero, la coincidencia de puntos de vista de Eva y yo sobre la destacada personalidad de Raoul Sorban. Ella como esposa y yo como amigo. Desde hacía mucho tiempo yo tenía la impresión de que Raoul estaba obsesionado por sus presuntos enemigos políticos húngaros y los recuerdos de infancia relacionados con la extraña muerte de su padre y la dependencia afectiva de su madre. Pero yo me limité siempre a escucharle sin contradecirle en nada. Él me contaba su vida y yo le escuchaba con respeto. Por otra parte, su esposa Eva me habló también de su vida con sentido más realista y menos idealista que Raoul. Según Eva, su marido fue siempre el protagonista y ella sacrificó todo para colaborar con él sin haber recibido una respuesta plenamente compensatoria. Lo importante era siempre lo que hacía él y no lo que hacía ella. Raoul fue un hombre tan idealista que no comprendió aspectos importantes de la vida personal de su esposa. No por mala voluntad sino por su mentalidad idealista y la marca sentimental de la infancia. Ya antes en una carta Eva Sorban me había expresado con palabras muy sinceras de mujer esta misma idea con explícita amargura. Durante la noche se produjo una tormenta y llovió torrencialmente pero por poco tiempo. El silencio en este paraje era casi sepulcral. Los árboles del parque florecen con la llegada de la primavera y el suelo estaba tachonado de flores y hierba. Después del delicioso y amoroso desayuno preparado por Eva nos dimos un paseo hasta la ciudad de Gherla donde ella tenía programado un encuentro con un funcionario de la administración y al que yo reconocí inmediatamente. Nos habíamos conocido en 1999 celebrando el cumpleaños de Raoul Sorban en Stoiana. Luego salió a saludarnos otro funcionario el cual dijo conocerme por algunos de mis libros facilitados por Raoul Sorban.

         3. Turismo, reflexión y nostalgia

         Eva quiso llevarme a visitar el monasterio de S. Antonio de Padua pero renunciamos a ello a causa del estado deplorable de la carretera y la falta de señalización estradal para llegar al lugar. De hecho, incluso preguntando a la gente nos perdimos y decidimos volver al centro de la ciudad. Nos dimos un paseo por el casco viejo, tomamos un chocolate, visitamos una librería y volvimos a Stoiana para el almuerzo en casa. Fue una mañana muy entrañable durante la cual Eva me facilitó más información sobre su situación de soledad tras la muerte de Raoul y el paso de los años. Eva me confesó que sacrificó su carrera y su trabajo para dedicarse a su marido y que, una vez que éste había desapareció, no encontraba compensación alguna a este sacrificio cuando se acercaba a la edad de los 70 años. Tiene a su hermana, pero tampoco con ella puede mantener relaciones normales. Su hermana ha llevado una vida muy distinta, es muy rica y se mantiene a distancia. El cielo sigue cubierto de nubes, hay mucha humedad pero no hemos tenido que afrontar el problema de la lluvia durante la pequeña excursión a Gherla. El estado de la carretera y de las calles de la ciudad era deplorable y con la lluvia los problemas de tráfico se habían multiplicado.

         Eva me habló muy positivamente del Obispo Virgil Vercea de Oradea por el que siente gran admiración por su estilo pastoral. Antes de volver a casa la invité a almorzar en algún restaurante pero no aceptó. La razón era muy sencilla. Durante las pocas horas de que disponíamos para estar juntos quería hacerme ella personalmente la comida y agasajarme en su casa. Además, teníamos que estar de vuelta temprano para recibir al joven Mircea que llegaba de Bucarest para hacer unos trabajos en la casa por orden de Cristina. Mircea es un joven de aspecto y trato muy agradable que se quedó huérfano muy pronto de padre y madre. Cristina, por expreso deseo de su madre antes de morir, se ocupa de él y le ayuda a encontrar trabajo. Por mi parte yo estaba convencido de que esta era mi última visita a este pequeño paraíso perdido dando por termina una feliz historia de amistad y lucha por la vida que comenzó en 1969 en la parisina estación ferroviaria de Austerlitz, donde Raoul Sorban y yo nos conocimos de una forma realmente anecdótica como él mismo cuenta en sus Memorias. De vuelta a casa Eva preparó amorosamente el almuerzo mientras yo descansaba, y, ya puestos a la mesa, llegó el joven Mircea de Bucarest con el coche cargado de piezas de madera prefabricadas para montar una bella estantería en el garaje. En el remolque del coche trajo también el todoterreno de Cristina para pasear por el parque y la montaña. Luego llegó un gitanillo muy joven para ayudar en las faenas. Lo más significativo para mí fue cuando Eva aprovechó unos minutos de sol para hacernos una fotografía, sentados en una de las mesas del parque. Después de admirar el árbol junto al cual había tenido lugar mi última foto con Raoul Sorban, me acerqué a la mesa del parque para hacerme la fotografía con su esposa Eva con la misma convicción de que sería la última en aquel lugar emblemático.

         4. Palabras de Eva Sorban para la historia

         En una carta, escrita de su puño y letra en rumano, me decía lo siguiente. Querido Niceto, perdóname la tardanza en escribirte. Me encuentro baja de ánimo y sobre todo cuando pienso que tengo que escribirte a ti, me pongo a llorar. Mi estado de ánimo, en efecto, es desastroso. No soy capaz de ponerme siquiera a hacer la comida o trabajar. Este es el resultado de mi vida al lado de Raoul, el cual me alejó del trabajo de mi profesión y me y me obligó a servirle sólo a él. He sido débil aceptando estar siempre bajo su sombra. He trabajado sólo para ganar dinero para la casa dado que él no lo aportaba. Me planteo siempre la pregunta por qué un hombre inteligente como Raoul pudo desear y aceptar que yo, una mujer bien dotada y con éxito en mi trabajo de artista de artes plásticas, me abandonara totalmente a sus intereses. ¿Tan egoísta conmigo? ¿O fue envidioso de mis éxitos? En los años 1976-1977 gané un diploma en la exposición internacional de escenografía, único en Rumania, y cuando se lo mostré lo rompió delante de mi diciendo que eso no tenía ninguna importancia. Sólo una persona así no ha contado el tiempo durante el cual sólo le he servido a él. Me siento enloquecer al no poder expresar todo lo que hay en mi espíritu. Si pudiera desligarme del pasado tal vez podría comenzar una vida nueva con mi trabajo hasta el final de mi vida. Un punto muy sensible cuando me ve la gente o hablo con alguien ha sido la cuestión de Viorica Necula en nuestra vida. No está bien que hablemos mal de él, pero tú eres el único amigo con el que puedo hablar cuanto me apetece.  NICETO BLÁZQUEZ, O.P.

 

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